Mucho se ha hablado de la controversia entre Uber y el gremio de los taxistas y siempre se llega a la misma conclusión: los taxistas deben mejorar el servicio que prestan si quieren ser capaces de competir contra las nuevas plataformas.

No obstante, pensar que la mejora en el servicio y en la calidad de lo carros pondrá a los taxistas en posición de dar una verdadera competencia a Uber es una extrema simplificación pues incluso si el gremio amarillo iguala su servicio al de dicha aplicación, esta seguirá contando con una ventaja: el precio.

Aunque el famoso Uber Black ha logrado éxito en su nicho de mercado ofreciendo carros lujosos y servicio VIP a un precio mucho mayor que el de los taxis tradicionales, no ha sido así con UberX que en Bucaramanga maneja una tarifa mínima de 3.500 pesos, es decir, 1.500 menos que la establecida para los taxis.

La diferencia de precios es fácilmente justificable pues para ser un conductor de Uber solamente se necesita inscribirse en la plataforma y tener disponibilidad de un vehículo, mientras que obtener derecho a un taxi requiere cumplir gran variedad de requisitos y pagos.

Todos estos problemas podrían, si no resolverse, al menos apaciguarse si el Estado dejara de entrometerse tanto en un servicio que supuestamente es privado. Veamos:

– Las empresas de taxis nunca habrían inflado el precio del cupo a su monstruoso valor actual de no haber sido por los gigantescos requisitos que se deben cumplir para que una compañía quede autorizada a prestar el servicio de transporte. De haber requisitos más laxos, o dejarse en libertad la prestación de este servicio, habría más de ellas en el mercado y no tendríamos un oligopolio con poder suficiente para inflar ese precio de tal manera. Cinco empresas se ponen de acuerdo, cincuenta no.

– La exigencia de tres seguros diferentes para la prestación del servicio es totalmente exagerada. Por supuesto que todos queremos estar asegurados, pero ¿de verdad es indispensable para el servicio que cuenten con tantos? Todos nos subimos en el carro de nuestros amigos y familiares (y en los Uber) sabiendo que solamente tienen el SOAT, ¿vamos a negar subirnos en un taxi por solamente tener un seguro? ¿a los pasajeros de verdad les importan esos tres seguros? Téngase en cuenta que cada uno de ellos representa un costo que, si se pudiera evitar, reduciría la tarifa de la carrera del taxi.

– La imposición de una tarifa mínima y una escala tarifaria es completamente inconveniente para el gremio. El Estado debería permitir a cada empresa de taxis definir sus propios precios para que cada una decida cómo jugar con el valor del mercado y así aumentar su competitividad pues, en últimas, una tarifa más baja es más conveniente si asegura mayor cantidad de clientes. Lo peor de todo es que los taxistas y dueños de taxis no comprenden esta lógica y luchan para que les impongan una base mínima mayor, sin notar cómo se están perjudicando a sí mismos.

Si desde hace unos años se le hubiera permitido al servicio privado de transporte ser realmente privado y regirse por sus propias reglas particulares, no estaríamos teniendo el drama que ahora tenemos que sufrir por Uber y los demás medios «piratas» de transporte.

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